lunes, 12 de noviembre de 2012

Martes 13

Iba temprano en el metro detrás de un hombre vestido muy ejecutivamente formal, con chaquetón lentes y corbata, con expresión tristona, o de haber estado pensando en todo lo que tenía que hacer durante el día, medio cabizbajo. Lo que no sabía -y no le dije tampoco- es que yo iba atrás muerta de la risa porque una chinita se había pegado a su ropa e iba recorriendo hasta el cuello de su camisa, su pelo y su oreja derecha (ida y vuelta) durante todo el viaje. Se veía muy linda ella y su color rojo-anaranjado entre tanto gris. Quería quitársela pero me dio flojera el procedimiento de tocar su espalda, que se volteara, contarle que llevaba una chinita viajera sobre él, etc. Además, dicen que esos insectos traen suerte en donde se posan, no sé si es verdad ni sé si él necesitaba suerte, pero necesitaba una sonrisa robada. Ojalá la chinita se la haya dado.

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